El origen de la raza Merina es un tema muy discutido y sobre el que se han publicado diversas teorías. Muchos autores apuntan como primer antecesor al Ovisariesvineí, oveja proveniente del área del Caspio, llegada a España a través del Mediterráneo.
Se dice que la formación del Merino estuvo constituida por representantes del Ovisariesvinei que, después del largo proceso migratorio y de profundos cambios morfológicos y fisiológicos, consecuentes al influjo de las condiciones de los diferentes territorios por donde se fueron aclimatando, se instalaron definitivamente en nuestra península.
Estudios más recientes indican como posible antecesor al Ovisariesturdetanus (Barajas., 2002). En el siglo XIV se produce la selección de la oveja Merina (Laguna., 1986) y, aunque su origen exacto es todavía un enigma, se cree que proviene del cruzamiento del material autóctono de la península con razas del norte de África. Este hecho, que ha pasado desapercibido, tuvo una gran trascendencia científica, ya que, los “serranos” llevaron a cabo, por primera vez en Europa, y por ende en el mundo, la primera selección genética hacia un objetivo concreto: la finura de la lana (Zorita.,1991). En este proceso consiguieron reducir a una cuarta el diámetro de la fibra de lana y aumentar sustancialmente el peso del vellón. Todo ello en una raza rústica y resistente, capaz de realizar desplazamientos de 30 km diarios. De esta forma, se había conseguido en nuestro país la primera raza industrial
que luego tendría una expansión mundial (Rodríguez., 2001).
Oliart (1994) señala que la raza Merina oriunda de España, desde donde salió a todo el mundo, ha sido en nuestra historia la raza ovina por excelencia. Desde la Edad Media hasta principios del siglo XIX, los reyes de Castilla y León primero, y después los de España,
cuidan y velan por la conservación desarrollo de una raza que, al producir la mejor lana del mundo, constituía una importantísima riqueza nacional. Así estaba castigada hasta con la pena de muerte la exportación de animales de la raza Merina.
Tan apreciada era la oveja Merina que los primeros rebaños que salieron de España lo hicieron como regalos reales. Así salió el después famoso rebaño de Rambouillet, o el que fue propiedad del elector de Sajonia. En el siglo XIX, la guerra de la independencia primero, y después, a causa del liberalismo económico, dieron lugar a una masiva salida de efectivos de la raza Merina con lo que se pierde la situación de monopolio que España había tenido en la producción de la lana Merina. Con la llegada a Australia y a otros países del Hemisferio Sur, la raza Merina encuentra un hábitat más favorable, por lo cual en los años siguientes dichas zonas ocupan el centro principal de desarrollo de la raza.
A finales de la década de los años cincuenta del siglo pasado, la raza Merina, ya en regresión en España (de unos efectivos en torno a los 25 millones de cabezas en la Edad Moderna pasamos a los 3,5 millones), se había seguido seleccionando y explotando, principalmente, por su aptitud lanera. Sin embargo, la drástica caída del precio de la lana a
partir de finales de los años cincuenta y el aumento del precio de la carne de cordero, potenciado poco después por los planes de desarrollo, dan lugar a un cambio de orientación productiva hacia la carne, produciéndose así, unos años de confusión en torno a la selección, manejo y explotación de la raza Merina.
En la nueva etapa, el objetivo era producir corderos, con buenos índices de crecimiento, que proporcionaran carne de calidad. Gran parte de los ganaderos de merino se encontraban con una raza inmejorable para la producción de lana en cantidad y calidad gracias a la selección y manejo llevados a cabo en los últimos siglos, pero no parecía que pudiera cumplir los nuevos objetivos que el mercado y la Administración fijaban. La necesidad de adaptarse de forma brusca a esta nueva situación hizo que los ganaderos estimulados por la Administración, se dedicaran a cruzar sus ovejas merinas con sementales de otras razas, principalmente foráneas (resulta paradójico pensar que la mayoría de estas razas se crearon o mejoraron con nuestra raza Merina, ya que a partir del Merino se formaron estirpes de alta especialización para la producción de carne como por ejemplo Merino Precoz, Fleischschaf, entre otras), cuyos países de origen se adelantaron en la selección y habían buscado como principal aptitud de sus razas ovinas la producción de carne.
Fueron años tristes, en los que nuestra raza Merina estuvo a punto de la desaparición bajo la avalancha de infinidad de cruces, hechos con escasez sino nulos conocimientos genéticos, y desde luego sin ninguna planificación ni pública, por parte de la Administración, ni privada de los ganaderos. Se generalizaron los cruzamientos, en principio, con sementales de otras razas autóctonas y después con las procedentes de
importación como el Merino Precoz, Fleischschaf, Landschaf, Ile de France, Berrinchón du Cher y Charmoise, entre otras. Y lo peor es que con ignorancia de las leyes 3 genéticas, empezaron a dejarse para futuros reproductores animales mestizos que se cruzaron entre sí.
A partir de la década de los años setenta la acción de la Administración Pública y después la creación, impulsada también desde la Administración, de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Merino, tuvo como objetivo conservar, desarrollar y aumentar, los efectivos Merinos.